domingo, 21 de marzo de 2010

La enseñanza del Bambú Japonés

Hace ya mucho tiempo que escuché la historia del bambú japonés. Creo que fue en una de esas charlas de motivación que tanto dan en las empresas, para inyectarles entusiasmo a sus empleados. O quizás la escuché en la televisión. Lo cierto del caso, es que la historia me cautivó, y se ha mantenido guardada en alguno de esos rincones de la memoria reservados para las “vitaminas mentales” que llamo yo, de donde a veces salen para darte fuerzas, sobre todo cuando buscas respuestas a la forma en que suceden las cosas en tu vida. Eso sí, siempre creí que era una metáfora acerca de la perseverancia y la paciencia.
Sin embargo, un día me decidí a averiguar la verdad detrás de dicha historia, y me llevé una muy grata sorpresa: resultaba ser cierta. No era una historia más, creada en las profundidades de una mente fantasiosa. No. El tal bambú japonés (que en realidad es originario de la China) sí existía. Y lo mejor de todo, que si presenta esas extrañas condiciones de desarrollo que indica la historia.
Su nombre científico es Phyllostachys aurea, (en chino: Luo han zhu, Ren mian zhu, Wu san zhu, Ba mian zhu, Hu cuan zhu, en Japonés: hotei-chiku, en Castellano: bambú amarillo, bambú japonés, bambú dorado, y en Inglés: Fairyland bamboo (Aust.), Fish-pole bamboo, Golden bamboo, Fishpole bamboo, Monk's belly bamboo, entre otros).
Este bambú aprecia el sol, un suelo fértil y no demasiado seco; estos parámetros así como la temperatura determinan sus dimensiones, resistirá en malas condiciones pero sin alcanzar las proporciones habituales en su país de origen. Entre sus múltiples usos, puede utilizarse como barrera, en cercas.
Los brotes son comestibles saliendo en abril, siendo las paredes de los brotes de las cañas jóvenes parecidas a los troncos de los ciruelos, y se desarrollan a una velocidad notable de 5 a 10 dm al día, durante el pico del período de crecimiento.
Sí, es cierto, crece a una gran velocidad. Aún no he podido confirmar si tarda tanto en empezar a crecer (siete años según la historia), pero en todo caso, la metáfora que se hace del bambú con la vida de algunas personas (entre éstas, yo) es muy significativa. Por esto la quiero compartir con ustedes, a ver qué opinan. Pueden encontrar versiones de esta historia mucho más poéticas, incluso de gran calidad literaria, en la web. Yo quería hacer la mía, así que ahí les va:

Cada planta nos regala su flor en un tiempo distinto. Cada árbol nos entrega sus frutos en una época distinta del año. Algunos dan fruto al primer año de existencia. Otros, como el olivo, llevan muchos más años para darnos su fruto noble y sano. Deben formarlo con paciencia, con amor, extrayéndole las riquezas al suelo del cual se encuentran firmemente arraigados.

Me contaron que algo muy curioso le sucede al bambú amarillo, al bambú japonés. No es aconsejable, me dicen, que lo siembren los impacientes. Siembras la semilla, la abonas, la riegas, cuidas de ella con tanto amor y… ¡nada! Pasan los primero meses y pareciera no suceder nada. No sucede nada apreciable en la superficie. Tal vez un pequeño brote, una pequeña punta verde que se asoma en la tierra… pero nada más. ¡Y así pueden pasar hasta siete años! Siete años, tiempo suficiente para suponer que la semilla era estéril, para no esperar nada bueno de ella, ¿o no?

Pues resulta que no, que llega un día en que la semilla parece despertar. Como llevada por un arrebato de inspiración, por una fuerza invisible y sobrenatural, en un derroche de energía y vitalidad sin precedentes, la planta crece a una gran velocidad, al punto que en un periodo de solo seis semanas puede llegar a crecer más de 30 metros.
Parece increíble, ¿verdad?
La pregunta obligada: ¿tarda el bambú japonés solo seis semanas en crecer? La respuesta razonada: no, por supuesto que no. Toma siete años para crecer y seis semanas para desarrollarse.
Durante los años de aparente inactividad, de aparente letargo, el bambú genera un complejo sistema de raíces que le permiten sostener el crecimiento que llegará mucho tiempo después. Ese es el secreto.

En la vida, muchas personas son como el bambú japonés.
Las vemos diariamente ahí, aparentemente sin crecer, sin prosperar. Parecen indiferentes a su entorno, a su existencia.
Mientras otros pasan a su lado, corriendo apresurados en busca de la cima, en busca del triunfo pronto y fácilmente alcanzado, ellos se encuentran allí, aparentemente estáticos. Cual bambú, están creciendo, están desarrollando las raíces profundas que habrán de sostenerles más adelante.
Han tenido una revelación: el éxito simplemente es el resultado del crecimiento interno y esto requiere tiempo, paciencia y serenidad. Aprenden que en la vida, en muchas ocasiones, estaremos frente a situaciones en las que creeremos que no está sucediendo nada, lo que podría frustrar a muchos, pero no a ellos. En esos momentos de duda, vuelve a venirles a la mente el ciclo de vida y maduración del bambú japonés. Entonces, saben que la espera habrá de terminar algún día, que el resultado probablemente esté a la vuelta de la esquina, porque el suyo no es un tiempo perdido, está sucediendo algo dentro de ellos: están creciendo, están madurando, están preparando su cuerpo, su mente y su espíritu para ese gran momento que está por llegar.

Esa es la gran enseñanza del bambú japonés.

3 comentarios:

  1. Demasiado bueno el blog, gracias por hacernos reflexionar sobre cosas que muy a menudo se nos olvidan y ademas sobre otras que ignoramos.
    Adelante!
    Shey

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  2. Me encanto esta la historia del bambú japones, gracias por compartir.

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  3. Me gusto mucho la historia del bambú japonés, gracias por compartir.

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